miércoles, agosto 08, 2012

James

Salgo de clases, entro en mi escritorio, dejo los libros y me pongo en la computadora a completar un pendiente antes de salir de la universidad. No te siento llegar, entras como un gato, casi de puntas, susurras mi nombre, volteo y me sorprende el verte.

Durante las horas que hemos estado juntos en el laboratorio me hé acercado frecuentemente a tu mesa. Me hé puesto muy cerca de tu lado mientras recorría también los demás grupos. Hé mirado fijamente tus azules ojos, me hé visto reflejado en ellos y no hé perdido compostura. No puedo descubrir mis sentimientos en un salón de clases frente a mentes inquisitivas que están atentas al mínimo detalle y a la interpretación del lenguaje corporal. Hilvano mis pensamientos y los entrego uno a continuación de otros, para que la práctica se desarrolle estimulante y todos se sientan inspirados a continuar con el terrible destino que es vivir en el servicio de los afligidos y enfermos, y hacerlo con sinceridad de corazón, y amor.

He repartido mi atención de manera proporcional. No pueden quejarse de favoritismos. En todo caso, cuidé de no demostrar una cercanía contigo. Ocasionalmente nuestros ojos se encontraban..

Ahora, te veo de pie, a mi lado, en mi escritorio, cuando no hay nadie ya en ésta ala de la facultad, es fin de semana, está vacía, me pides que hablemos. Me cuentas de ti, de tu vida personal, de tus estados emocionales, de la entrega de tu corazón, de tus planes para el futuro, de tus desafíos personales, de tus sueños, de tus ansias, de tus logros, de tus satisfacciones, de tu vida sexual. Procuro no interrumpirte, de vez en cuando soy monosílabo, simplemente para confirmarte que estoy escuchando, que estoy atento. Pasan los minutos, se desgrana la primera hora. Me doy cuenta que debo terminar, que el seguro automático del edificio pronto va a cerrar todas las puertas y corremos el riesgo de quedarnos encerrados hasta el lunes. Mañana tienes que partir a otro estado para disfrutar un par de dias de reunión con toda tu familia. Nos ponemos de pie y te acercas, rompes mi espacio personal, irrumpes, ingresas, invades. Lo tomo como un acto de amistad y te abrazo...

Tu cuello se pega al mio. Siento tu respiración y el vahído sobre mi oreja. Tu pecho se estrecha contra mi pecho, tus brazos me aprietan, tus dedos penetran la tela de mi camisa y se meten entre mis espacios intercostales, se hacen uno con mis músculos. Respondo de la misma manera, mi corazón late sobre el tuyo, tienen el mismo compás, no hay disonancia. ¿Cuántos segundos permanecemos en ése abrazo?...Una eternidad. Cuando nos separamos, nuestras mejillas se rozan y pareciera que la prolongación de las comisuras de nuestros labios se encuentran. Tomo tu rostro entre mis manos. Te miro. Estás llorando. Me miras. Las lágrimas son cristales que llenan el cielo capturado en tus ojos.

Pienso en ti de regreso a clases el lunes. El miércoles luego del mediodia veo tu email. Me dices que no respondo mi teléfono, que te envíe mi número. Soy escueto con el email oficial de la universidad, te envío el número y te digo que podemos conversar luego de las 5:30 pm., cuando salgo del campus. Estoy por salir a almorzar y sube la secretaria del primer piso, me dice tu nombre y me da el mensaje que has llamado, que quieres mi número de teléfono celular, ella ha subido personalmente a cumplir con el favor que le has pedido. Se lo doy. Salgo a almorzar, de regreso continúo con mis labores del dia.

Estoy en el parqueo, saliendo a la avenida, veo tu número en la pantalla de mi teléfono. Hablas, me cuentas que has pasado un lindo tiempo con tu familia, que has pensado en mi y has comprado un souvenir. Te digo que va a ser bueno recibirlo el sábado. "El sábado", me respondes, con un acento que no alcanzo a comprender, no sé si es desdén, pena, ó tristeza... Repentinamente, a mí también me parece que el sábado está a siglos de distancia.

No hay comentarios.: