Leo tu texto: "Llámame, quiero hablar contigo. Urgente". Inmediatamente marco tu número y me contestas. Siento el viento de la calle soplar a través del auricular. Has salido porque no deseas que nadie escuche la conversación. Te imagino en la parte trasera del edificio, probablemente junto al gazebo,ó en el gazebo, donde se juntan los que fuman. Los de tu compañia son muy buenos al darles un ambiente donde compartir sus humos. No quieren que sus adictos fumen avergonzados al lado del basurero.
Me dices que te cansas rápido, que necesitas unas vitaminas, si te puedo conseguir algunas buenas porque no sabrías cuál escoger si tu vas a la farmacia. Te respondo que sí, que puedo ir a la farmacia por tí y escoger las vitaminas, que te las llevo el dia de mañana. Me dices que no hay apuro, que no recibes tu cheque sino hasta el fin de semana; además que hay otras cosas que quieres hablar, pero no por teléfono. Insisto en que debemos hablar porque no voy a poder visitarte (a pesar que estamos solamente a cinco cuadras de distancia. Tu trabajas en prácticamente la misma avenida donde yo trabajo. Cambia de nombre luego del puente, pero es una línea recta). Me dices que tiene que ver con algo que yo ya conozco. Que te vienes rápido.
Sí, recuerdo. Cuando te conocí tenías diecinueve años, casi para cumplir veinte. Me gustó tu pelo largo y la forma extravagante en que lo tenías cortado, muy pequeño en los lados, con un moño tipo Elvis Presley sobre la frente y tus rizos largos cayendo sobre tu espalda como si estuvieran amarrados en una cola de caballo, pero no, no estaban amarrados. Era simplemente el corte de pelo. Conversamos, nos reímos juntos en casi el primer segundo. No recuerdo si fuí yo ó fuiste tú quien hizo el comentario humorístico. Tus ojos caramelo tienen risa propia, se encienden particularmente con buen humor, y tus labios hacen una mueca propia, natural, que muestra picardía é inocencia a la vez. Cuanta contradicción en una sonrisa! Me hiciste escuchar November Rain en tu iPod. Fuimos a mi casa.
Los dos sabíamos a qué íbamos a la casa. No hablamos sino de música, de moda, del tiempo, pero sabíamos a qué íbamos. Entramos al home theatre y encendimos la televisión, simplemente por tener ruido. Me senté en un sillón, pero tu permaneciste de pie y acercaste tu bragueta a mi cara. El pantalón jean, apretado, que llevabas puesto mostraba tu erección. Puse mi mano encima, y te acaricié. Sólo éso fué necesario para que te quitaras la camisa y mostraras tu pecho sin grasa, con músculos todavía adolescentes, pero firmes, con ligero vello. Te afeitas el pecho? Rápidamente soltaste el botón de tu cintura y te quitaste el pantalón. Tu calzoncillo Armani, tight boxer, muestra tu buen gusto y debilidad por los detalles (que coincidencia! yo también!). Metí mi mano por una de las piernas y toqué tu pene. Lo sentí latir en mi mano, pulso acelerado. Lo dejé libre y le dí posada en mi boca, lo acaricié con la lengua, apreté mis dientes un poco. Me inundaste con tu dulce vitalidad...no fué muy pronto?
Sí, supe de tu eyaculación precoz desde el primer momento, y en cada momento. Te sentiste avergonzado, trataste de disculparte. Hice lo mejor que pude para que olvidaras tu verguenza y vivieras feliz mientras estuviéramos juntos.
En el otro lado de la línea me cuentas que estas saliendo con una muchacha, que no hay nada oficial, pero que puede ser serio. Que has sido precoz varias veces, que ella no se ha quejado. Que necesitas mi ayuda, un tratamiento, una medicina, algo. Te digo que voy a buscar consejo con un amigo que es especialista en la materia. Te llamaré cuando tenga respuesta.
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