Entendiste mi mensaje, y me llamaste ésa misma noche. "Estoy aburrido", escuché al otro lado de la línea en lugar del clásico aló. Me pediste que te recogiera en el mismo 7Eleven donde nos conocimos en la mañana. Te invité a comer algo, el híbrido mexicano/americano del Chipotle, un burrito con espíritu de caballo y continuamos conversando, chistes, risas. Aprendí de tu familia, de tus deseos, tus metas, tus privaciones. En un instante nos hicimos amigos.
Te llevé a casa. Compramos un six pack de Coronas, todas para tí. Yo no tomo, me rectifico, sólo excepcionalmente, y no cerveza. En medio de la conversación te acercaste a darme un abrazo, me puse de pie para recibirlo mejor y sentí la fuerza de tu brazo izquierdo, mientras tu mano derecha me acariciaba la bragueta, sin verguenza, sin timidez. Respondí la muestra de afecto, de la misma manera. Antes de darnos cuenta nos encontramos desnudos sobre la alfombra de la sala de televisión, CSI en la pantalla, las pequeñas luces halógenas del techo iluminando las pinturas colgadas en la pared y ofreciendo una iluminación excepcional a tu cuerpo cubierto completamente de un vello fino, obscuro, terciopelo orgánico. Tu calor me cubre completamente, y me llena; también me satisface. Por tus gemidos y la expresión de tu rostro veo que también tu estás satisfecho...y feliz.
Tendremos un mañana?
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