Las semanas siguientes Washington D.C. se convirtió en una ciudad fantasma. Los hoteles, todos, recibieron cancelaciones en sus reservas. Nadie caminó el National Mall ése fin de semana. Todos los parquímetros vacíos donde usualmente hay problemas para encontrar estacionamiento. Las salas de los museos silenciosas. Daba pena visitar tan hermosa ciudad sin la agitación y el calor de la gente que pone vida. El Smithsonian convocó a monjes budistas para que pudieran construir un Mandala de sanación para la ciudad. Estuve presente en la ceremonia, involucrado en el ritual, en mi propia manera elevando una plegaria de protección para todos nosotros.
Veo en la pantalla de mi televisor a soldados y cadetes de la marina trayendo ofrendas en memoria de las victimas del avión caído. El coro de la marina entonando el Himno de la Batalla de la República, me emociono.
Diez años después de la guerra somos un pais quebrado, económicamente, moralmente, políticamente. La palabra necesidad se hace presente en casi todas las conversaciones. Han habido mini-saqueos en tiendas de abarrotes últimamente, por adolescentes, hasta por mujeres que trajeron consigo bolsas para ayudarse a llevar lo que podían. Algo nunca visto en la ciudad! Que podamos reconstruirnos de nuestras cenizas, es mi esperanza
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