lunes, enero 18, 2010

Cancer


La encuentro recostada en el sillon, adormitada. Su pelo cano, ralo, corto, mostrando en el centro de su craneo un injerto de piel reciente. Era un eccemita que tenía hace tiempo y no curaba, me dice mi tia. Definitivamente no era un eczema sino el primer cancer de piel que apareció y que ella ocultó bajo las pelucas para no molestar a nadie. Nunca quiso ser una carga. Siempre fuerte, mandona, atendiendo y dando alegria a las cuatro generaciones que mantuvo unidas bajo su proteccion y buena cocina. La observo arropada en frazadas blancas a pesar que el cuarto debe estar a 80 Farenheit, la sonda nasal le lleva oxigeno. Tuvo dificultad respiratoria anteanoche, casi se le instala una neumonía.
Observo que al pie de su cama se encuentra un aspirador que va recogiendo ritmicamente secresiones sanguinolentas, el tubo de plastico esta conectado a su cuello, cubierto con gasas. Ese es el motivo de su ingreso en éste hospital, el mas grande de la costa este, que reune a los mejores investigadores del momento y recibe a pacientes de todas partes del mundo. Un injerto de piel para cubrir parte de la enorme herida que el cancer de piel hizo, a pesar del cuidado de cuatro medicos. No cerraron todo, han dejado un orificio para aspirar secresiones.
Se despierta, levanta la cabeza, me llama por mi nombre. Me acerco y la lleno de besos. La enfermera permanente que tiene sentada en una esquina de su cuarto me mira y sonrie. Ya ha sido testigo de las muestras de amor que la abuela recibe de sus hijos, nietos y biznietos. Cosa poco usual en el área donde vivo, donde los ancianos son puestos al cuidado de las casas de retiro, que eufemismo más sarcástico! Converso con ella. La veo sin fuerzas, sus ojitos se le cierran y en vano trata de mantener el cuello erguido, son los años que de un momento a otro han venido a reclamar el peso que la abuela les negó con su energía. La comida sobre la mesa, si apenas la ha tocado. Hay que insistir, tiene que comer.
Ayer domingo, la esposa de un primo, muy conocida por sus actividades dentro de la iglesia, la fue a visitar. Al despedirse la abuela le susurró al oido: Encomiéndame a Dios. Con mi poca fe y mis muchas faltas yo tambien lo haré abuela. No me gusta verte así

2 comentarios:

Nacho dijo...

Animo Peter yo también rezaré por ella.
Un saludo.

Peter Camenzid dijo...

Gracias por los buenos deseos y tus oraciones