Lunes, 6 de la mañana, me llamas para decirme que te encuentras en el semaforo de la esquina de mi casa, que ya llegas. Te espero desde las 5. Me levanté sin necesidad del despertador en mi celular. Me estiré y me vestí. Ya me había bañado anoche, a las 10 de la noche, y me desperté a las 12:35 pensando que ya eran las cinco de la mañana. A las cinco y media bajé a la cocina y sentado en la obscuridad, con los visillos de la cortina descorridos me puse a observar la calle solitaria y a imaginar que eras tú quien llegaba con la siguiente luz de faros. Cierro el celular y veo los faros de tu carro llegar y estacionar. No espero que bajes, inmediatamente salgo a recibirte. No es una recepción, es mas bien unirme a ti para ése viaje a Easton en Pennsylvania.
Me siento a tu lado y conversamos, conversamos, escuchamos musica, nos hacemos chistes. En mas de una vez nos distraemos y no hacemos caso las indicaciones del GPS, tenemos que salir de la carretera para volverla a tomar y reanudar la marcha. La lluvia es constante, pero no hay frio. Las luces de los carros en sentido contrario me hacen notar la cantidad de gente que se ha venido a vivir al norte y como el boom de las casas de hace dos años movió a tanta gente fuera de la ciudad en busca de casas mas grandes, con ciertos lujos y al alcance de sus bolsillos. No hay visos de luz de amanecer, ya hemos recorrido cerca de 70 millas y nos quedan todavía tres horas de camino. Apago la radio y cambio a CD's, mi estación favorita está por perder la señal. Se nos daña el limpiaparabrisas y entramos en el siguiente pueblo a buscar una gasolinera. No es un pueblo, son casas a lo largo del camino, espaciadas, estamos en la norteamerica rural. Regresamos a la carretera y encontramos una estación Shell no muy lejos. Empieza a amanecer, la gasolinera es a la vez un mini-market, farmacia y vende Subways, unas cuantas mesas y sillas están llenas por parroquianos madrugadores, todos hombres mayores de 60 años. Reanudamos el camino luego de cambiar las hojas que acabamos de comprar. Ya podemos ver bien a traves de la lluvia. Nos alumbra un cielo naranja, amaneciendo. Seguimos conversando, mascamos chicles.
Llegamos a Easton, un pueblecito al final de Pennsylvania que antes tuvo anhelos de ciudad pero fué traicionado por la modernidad. La mitad de las tiendas del centro estan vacias. Todas las ventanas que dan a la calle muestran paginas de papel cortadas simulando copos de nieve. No hay nieve en Easton, no hay esquiadores, el calentamiento global lo va matando. Tres bancos en una misma cuadra, vieron tiempos mejores, hoy dia vacios. Cruzamos el puente de fierro sobre el rio Delaware y vemos un letrero que dice: Phillisburg, New Jersey. Caminamos las calles estrechas, pintorescas, antiguas. Vemos un letrero de chocolateria, cerrado. Nos mojamos con la lluvia, nos refugiamos en el porche de una casa hasta que mengue para volver a cruzar el rio y regresar al carro.
Doce horas contigo! como en los buenos y viejos tiempos. Nos prometemos volver a vernos.
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