jueves, diciembre 01, 2011

Zacatecas



Salgo de la lavanderia con mis camisas planchadas, sin almidon, envueltas en una bolsa plastica transperente. Las cuelgo en la parte de atrás del carro ( ya no tengo camioneta, ahora tengo un carro, simple, pequeño, ahorrador de gasolina. Hay que estar de acuerdo con los tiempos) y emprendo camino a casa. Paso sobre los rieles del tren, y te veo venir en sentido contrario. Me llama la atención tu cuerpo delgado, juvenil, aunque tu rostro muestra que hace varios años dejaste de ser adolescente. Lo pienso dos veces...nunca fuí lógico, mucho menos racional. Entro en el parqueo del edificio a mi izquierda y doy la vuelta completa para volver a aparecer en la misma calle, ésta vez siguiéndote, atrás tuyo. Vuelvo a sentir las líneas del ferrocarril debajo de las llantas. Me detengo en el semáforo.


Te veo entrar en el centro comercial y pienso que vas a tomar desayuno en el restaurante que ofrece buffetts americanos a precios cómodos. La gente que espera conseguir una mesa hace cola hasta fuera en la calle. Muy lleno, y tu no enrumbas hacia el restaurante sino más bien hacia la avenida. Estaciono y veo que continúas caminando por espacio de dos cuadras. Te alcanzo en la estación de gasolina y te pregunto a donde vas. Me respondes que vas al centro comercial, ofrezco llevarte.


Me dices que eres de Zacatecas y vives en los Estados Unidos cinco años. Conversamos más y yo no me apresuro en llegar. Es temprano, las puertas todavía no han abierto y la gente espera fuera. Los carros de seguridad patrullan el área. Te invito a venir conmigo al gimnasio y entrar al sauna, me dices que bueno, aunque te noto bastante reticente, quién no? es un extraño el que te invita. Al llegar me haces una contrapropuesta, que vayamos a mi casa, si vivo cerca. Vivo cerca, vamos a mi casa.


Demás está el describir lo que pasó. Tu cuerpo de niño se comportó con extraordinaria madurez. Ambos disfrutamos el momento é intercambiamos números de teléfono.


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