miércoles, junio 17, 2009

Calidad de vida


La mujer nació en 1912, cuando los japoneses trajeron los primeros arboles del cerezo y los presentaron como regalo de amistad a la ciudad de Washington DC, desde entonces se han multiplicado por todas partes (además de la zona monumental), de manera que pensar en Washington durante primavera sin Cherry Blossoms es un pecado que no tiene perdon ni en ésta vida ni en la venidera... Decía, la mujer nació en 1912, casi con el siglo.

De porte distinguido, así, con naturalidad. De belleza impecable y modales finos. Educada en convento de monjas, con las artes del bordar, tejer, poner la mesa, planchar impecablemente, asentir a todo, sonreir discretamente, sentarse con elegancia, no argumentar. La mujer ideal para el pensamiento y la forma de vida de los treinta. Se casó casi luego de salir del convento al cumplir la mayoría de edad y no esperó para tener niños, estuvo embarazada casi inmediatamente. Siendo el niño todavía menor de cinco años pierde al padre en un accidente. Poco se habla del accidente. Es un tema no tabú, simplemente olvidado, puesto en la canasta de basura para no percatarse de él jamás.

Su belleza le permite aspirantes entre los que escoge a un próspero comerciante. Se va a vivir a una casa grande con amplios jardines. Tiene seis otros hijos. Sin embargo, el primero sufre de osteomielitis que en la era pre-antibiótica lo convierte en un número mas de la estadística de mortalidad. La mujer lo llora, pero su corazon se recompone rápidamente frente a la tarea que son los otros seis niños y el atender la casa, en la que tiene que entretener a politicos y comerciantes varias veces a la semana. Su sonrisa sigue iluminando las vidas de los que tienen la suerte de su cercanía.

Poco a poco los hijos salen, buscando su independencia, pero siguen girando en orbitas cercanas a ése sol que les da vida, que los ordena, que les pone estaciones. Ingresa en sus casas y las cocinas se convierten en anexos del cielo donde los nietos saborean manjares de angeles preparados por sus manos. Ella no pierde la belleza, no pierde la fuerza, sigue dirigiendo, ordenando vidas, disponiendo los eventos sociales familiares en cada cumpleaños. Está presente, como figura central en cada matrimonio de los nietos, y nacen los biznietos...

Podría ya ser tatarabuela, pero ésta nueva generación espera a ser profesional, conocer el mundo y entonces casarse. Parece que ésta vez no tendrá la suerte de tejer ropones y el ajuar al recién nacido hijo de los biznietos. Sin embargo, siempre está bien vestida, bien peinada, bien alhajada, usa zapatos de taco (a pesar de una fractura de cadera hace ocho años, de la que ni habla). Cuando en los restaurantes, es la primera en salir a retocarse los labios luego de la comida para continuar la sobremesa.

Tiene diabetes y le acaban de diagnosticar linfoma. Las hijas son estrictas con la dieta y las pastillas...¿para qué? Me apena verla con su imagen bien compuesta y su serenidad rechazando ése trozo de torta de chocolate que bien quisiera hincar el diente! Conformarse con una ensalada cuando quisiera atragantarse de los tallarines, canelones, fetuccines que el resto come a su alrededor. No debieran mostrar misericordia y permitirle que siga viviendo plenamente como hasta hace poco lo ha hecho?

3 comentarios:

Damian dijo...

pero acaso no es lo mejor que se quiere para alguien en su estado

TitoCarlos dijo...

Eso sucedió con mi padre. Cuando vimos que ya se quedaba sentado en una silla y que jamás andaría nos preguntamos sus ocho hijos ¿para qué? y el último año volvió a saborear el jamón serrano con buen vino tinto, los pastelitos de postre y el churro en el desayuno. ¿Habría 'vivido' un año más de otra manera?

Un abrazo,

Peter Camenzid dijo...

Definitivamente ¿cómo no concordar en Calidad de Vida? a veces, tratar de conseguir "Cantidad" es en base a sufrimiento y menoscabo