viernes, febrero 07, 2014

Vitali (I)


Es martes y debo almorzar en el área donde trabajo, es mi dia largo, y regreso a casa tarde en la noche. Tengo un pool de restaurantes a los que acudo en éste dia y el jueves, mi otro dia largo, soy conocido en todos ellos y tengo muy buena atención.

Decido por uno, es un restaurante del medio oriente. Pienso que humus, kabob y algo de yogurt con agua carbonatada me va a venir bien. Me ubico en mi mesa y pido lo que quiero al mozo, se retira. De pronto, te veo venir trayendo un vaso de agua con hielo. Eres el ayudante del mozo, y me llamas la atención. Tu tipo es de Europa del este y tus ojos azules no se ven tan frecuentes por éstos lados. Nunca te había visto trabajar en el restaurante y te lo pregunto. Me dices que eres nuevo, hablas con un acento fuerte, algo ruso, te pregunto de dónde eres y me das el nombre de uno de los “cualquierestán” que antes formaban parte de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. Me haces enterar que has venido al país hace dos meses. Desde entonces trabajas aquí. Hace dos meses que no vengo a éste restaurante! ¿Hay tan buenas opciones en el área que me ha tomado tanto tiempo cerrar el círculo? Recién me entero.

Regresas con una canasta de pan y me dices que no tienes amigos en el area y que tampoco tienes familia. Te ofrezco llevarte a pasear el dia que tengas libre. Me dices que mañana, miércoles, es tu dia libre. Sales apresuradamente a recoger una mesa que acaba de ser desocupada. Te veo moverte rápidamente, recogiendo los platos, levantando el mantel, poniendo uno nuevo, arreglando los platos y los cubiertos, arreglando la alcuza. Llega el mozo trayendo mi comida. Arreglo la servilleta sobre mis piernas y tomo mis cubiertos. Pasas por mi lado y me dejas una servilleta con un lapicero, me pides que escriba mi teléfono porque no puedes conversar mucho. ¿Mi telefóno? Lo escribo rápido, pongo la servilleta al revés, para que no se note que mi teléfono está al otro lado. Continúo comiendo.

No vuelves a dar una vuelta por mi mesa. Regreso a mi mundo, de almuerzos solitarios, sin palabras ni voces, mirando las otras mesas y adivinando las conversaciones que hay en ellas. Una pareja, parece que salen por primera vez y él ordena lo más caro del menu. Ella no parece estar familiarizada con tanto marisco. No va a ir bien la salida. Termino de comer, pido la cuenta; cuando llega, miro el total, hago un calculo de la propina, dejo el dinero sobre la mesa y me marcho. 

Arranco mi auto. Estoy saliendo del centro commercial, doy la vuelta para entrar en la avenida y tengo una llamada telefónica. Un número que desconozco. Mientras espero mi entrada en la avenida tomo el teléfono y contesto, eres tú, me dices que puedes hablar ahora. Te digo que por favor lo hagas en cinco minutos, que estoy manejando. Me contestas, “hazlo tú. Llámame cuando te estaciones”.

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