Collin es un muchachito inteligente de 19 años. Su
hermano mayor tiene mucha fe en él y se esfuerza por conseguir el dinero
necesario para que pueda hacer sus cursos de College y escoger una carrera
profesional en la Universidad. Collin será el primero de la familia que siga
una Carrera profesional y su hermano se siente no calificado para sugerir, de
manera que ha buscado la manera para que yo lo pueda conocer y ver como
ayudarlo.
Una mañana paso a recogerlo al departamento donde viven,
edificios de cuatro pisos, uno al lado del otro, con veredas intermedias
angostas y sin espacio para jardines. De hecho, la luz no llega al pequeño
espacio entre las veredas donde no crece siquiera el césped. Llamo por teléfono
y anuncio que me encuentro fuera. Siento recelo de bajar y tocar la puerta del
departamento 204, hay basura desperdigada en las veredas, niños jugando en
ellas y los transeúntes tienen que caminar por el sendero de tierra apisonada
por tanto tránsito que en ocasiones se vuelve barro por las “guerras con globos
de agua” que han sostenido para mitigar la calor del verano. Demasiada gente se
mueve en éstos edificios.
Veo salir del edificio a un muchacho delgado, con
pantalones ajustados y una camiseta estrecha, que debe ser una talla menos de
la que debe ponerse sobre ése tórax bien definido, el pelo corto en estilo
“Tomahawk”, afeitado a los costados y una cresta central, corta, mantenida en
alto con gel. Se acerca a mi auto, y me pregunta si yo soy quien lo está
esperando. Le pregunto si es el hermano de Robert, me dice que sí.
Definitivamente no tiene la facha de intelectual que esperaba.
Sin embargo, la conversación que tuvimos me hizo ver que
siempre estoy equivocado con mis estereotipos. Collin resultó una agradable
compañía, extraordinaria conversación y a pesar de nuestra diferencia de edad,
gustamos de los mismos grupos de rock. Sus ojos verdes oliva me miraban
directamente y de manera profunda. Es raro que no sostenga una mirada, pero con
éste muchachito bajaba los ojos
constantemente mientras conversaba. Lo veía sonreir pícaramente cuando ésto
sucedía. Le gustaba ver que me ganaba en el juego de sostener la mirada.
Se pone de pie a mi lado, mientras estamos sentados
frente a la computadora viendo opciones de universidades y carreras. Fingiendo que
necesita ver mejor la pantalla, coloca su pelvis cerca de mis ojos y veo que
hay una erección evidente. Desde que entró al auto me impresionó su rostro,
juvenil, perfecto, alegre, su sonrisa fácil, y el brillo dorado en su cabello
marrón. Me gustó en el primer momento que entró a mi auto y se sentó a mi lado.
Es la razón por la que no podia sostener la mirada y empezó el juego. Mientras
sigo hablando, señalando en la pantalla opciones que pueden ser interesantes
para él, acerca su pelvis a mi cara mucho más, pícaramente voltea su rostro, me
mira y dice “muerde!”.
Acerco mi cara al fundillo de su pantalón, cierro los
ojos y siento en mis labios la fuerza de su erección que la sigo en toda su dimension.
Dejo que su fuerza viril me acaricie la mejilla y vuelvo a sentir su hombría en
toda su gran magnitud. Miro hacia arriba y lo observo con su cara de niño
grande, enternecido, sus ojos verdes que ahora sí miro frente a frente.
Susurrando, con voz angelical me dice “chupa!”. Yo obedezco la orden.
Le desabrocho la correa y abro el cierre de su pantalón.
Le bajo el calzoncillo y frente a mi una hermosa verga, grande, blanca, con un
glande rosado, delicado, se yergue para que lo
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