jueves, febrero 06, 2014

Collin (III)


"Buenos dias”,leo en la pantalla de mi celular. Termino rápidamente la conversación con mi compañero de trabajo y me voy al baño para poder escribir con tranquilidad. “Necesito que me ayudes, ¿puedes hablar?”, “si” contesto.

Sigo en el baño y mi celular empieza a vibrar, el número de Collin en la pantalla. “Estoy asustado”, me dices “me están picando los pelos allí abajo, y no aguanto, me rasco cada minuto”. Escucho que tu voz está angustiada y hablas a cien por hora. Te pido que te tranquilices. Hace un par de meses que no recibo un texto tuyo y hablar contigo me da alegría, sin embargo debo preguntarte “¿cuándo es la última vez que has tenido sexo?”. Hay un espacio que detecto y me parece un siglo aunque hayan sido un par de segundos. “Hace cinco dias”, me contestas. Te pregunto si has notado algo entre los pelos del pubis y me cuentas que son como bolitas chiquitas, que sacaste una y como que se movía. Te digo que son un tipo de pulgas que se pegan en los genitales y que hay que tratarlos. “Para éso te llamo, para que me ayudes”, respondes.

Te digo que debes ir a la farmacia y comprar una loción de permetrina, te pido que te afeites toda la zona, desde el ombligo a los genitales y hasta la parte trasera. Te doy las indicaciones cómo aplicarlo y me las repites para que se me quede claro que entendiste. “Me apena que haya sucedido”, me dices, “estuve con una amiga, tuve sexo y me quedé a dormir la noche con ella”. No digo nada al respecto. “Llámame cuando te hayas afeitado y te hayas puesto la loción”, te digo.

Han pasado los catorce dias del tratamiento, nos hemos visto varias veces, hemos conversado. Me has hablado de tus dudas, que querías probar “como era hacerlo con una mujer” porque cuando lo hiciste antes eras muy joven y no lo recordabas muy bien. Te hé dicho que nada ha cambiado entre nosotros, que la confianza sigue igual. Me abrazas con fuerza mientras dejamos el restaurante donde vinimos a almorzar. Me acerco a mi auto, tu te pones a mi lado y sin importarte que estamos en la calle me das un beso en la boca. “Chau”, me dices. “Chau”, te respondo, mientras te doy una tarjeta electrónica en las manos, es la tarjeta de la puerta de un motel que conoces. Sé que me vas a estar esperando ésta noche, luego del trabajo.

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