No hubo necesidad que Roberto, el hermano mayor de Collin
me volviera a llamar para una segunda reunion con su hermano. Collin empezó a
llamarme directamente, a mi celular, aunque más que llamar enviaba textos.
“Buenos dias”, siempre iniciaba en sus textos. “¿Ocupado?”,
y aunque estuviera ocupado siempre le contestaba que no. Siempre tengo minutos
libres para Collin. Entonces me volvía a poner que quería conversar conmigo, si
podia recogerlo en su departamento durante mi hora de almuerzo. Mi trabajo
queda cerca de donde él vive, nunca le dije que tenía demasiado trabajo. Cuando
Collin llama, cualquier trabajo importante puede esperar. Siempre voy a
recogerlo inmediatamente y los documentos siguen acumulándose sobre mi
escritorio.
En los moteles de los alrededores siempre se podia conseguir
una habitación donde pudiéramos pasar algunos minutos de conversación piel a
piel, tibieza con tibieza, pies con pies, cabeza con cabeza, ó invertidos como
resulta nos gusta a los dos . Siempre decimos que el 69 es nuestro número de
suerte. Luego de terminar nuestro tiempo de “almuerzo” Collin se lleva la
tarjeta electronica de la puerta de la habitación y me vuelve a esperar en ella
luego que termino. Nuestra rutina, y la rutina da vida, según mi entender, nos
lleva a encontrarnos nuevamente y se repiten las caricias y las acrobacias de
parte de Collin, que parece más un artista del Cirque du Soleil, por tantas
piruetas que le gusta hacer. Cuando terminamos de sudar, salimos a comer y nos
despedimos hasta que vuelva a recibir su texto “Buenos dias”.
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