martes, febrero 24, 2015

Josue

 El dia era frio, demasiado frio, obscuro, y las calles estaban cubiertas completamente de nieve, hasta ocho pulgadas en algunas zonas, por la tormenta que había ocurrido el dia y la noche anterior. En el paradero del omnibus, tiritando al viento, te vi. Con tus brazos cruzados, las manos bajo las axilas, abrigado con un simple swetcher, la capucha cubriéndote la cabeza y moviendo las piernas para darte algo de calor. No pude evitarlo, me detuve y te pregunté a dónde te dirgías. Me diste las coordenadas, y aunque no estaba exactamente en mi camino, tampoco quedaba muy lejos, te estabas congelando a la intemperie, te invite a subir al carro. Te sentiste abrigado con la calefacción que llevaba prendida.

Me contaste que habías pasado la mañana tratando de conseguir trabajo temporal, pero que todo había sido en vano, que llevas tres dias sin trabajar y el dinero se te está acabando. No hay que comer y tienes que pagar la renta en dos semanas. En la conversación te dije que ésa tarde iría a recibir un masaje, no me dejaste terminar de hablar. “Estas manos, pueden darte un buen masaje, y págame la mitad de lo que le vas a dar al masajista”. Era algo parecido lo que te iba a ofrecer, pero te me adelantaste. Estábamos por llegar a tu departamento, pero dimos la vuelta en U para dirigirnos a mi casa.

Mientras me preparaba, desnudándome, te pedí que entraras al baño y te lavaras las manos. Te pregunté si tenías algún problema en que estuviera totalmente desnudo, ó preferías que me quedara en calzoncillos. Me dijiste que no te importaba, que sería más cómodo si estaba completamente desnudo.

Cuando empezaste el masaje con mis pies me dí cuenta que no habías mentido. Realmente tus manos estaban dando un buen masaje y sentí que no había mucha diferencia entre el servicio que tú me estabas dando y el que yo iba a recibir por un profesional ésa tarde. Te dije que podías mover las piernas como quisieras para que estuvieras cómodo é hicieras un buen trabajo. Inmediatamente cambiaste posiciones para dar un masaje completo a piernas.

Los muslos recibieron la misma atención. Mientras conversábamos me di cuenta que tu mirada se dirgía constantemente hacia mis genitales. De repente, mientras hacias la parte superior de los muslos, empezaste a tocar mis testículos, primero “accidental” y tímidamente, y luego empezasta a masajear, de manera muy delicada las bolsas y los testículos mismos entre tus dedos. Cuando llegaste a  masajear la base del pene, que reaccionó a tus dedos con una erección, entonces lo tomaste con gentileza y lo pusiste en tu boca, simple y de manera natural. Dejamos de hablar. Te entretuviste con mis genitales buenos minutos que disfruté plenamente. No eyaculé. Te pedí que continuaras con el abdomen.

Realmente disfruté del masaje que me diste. Me dejaste tu teléfono y me pediste que te llamara cada vez que necesitara un masaje. Te ayudaría tener éste trabajo ahora que el invierno está crudo.




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