martes, julio 24, 2012

Universidad


Rodeado de chicas, te vi al salir de mis clases en el anfiteatro. Tus ojos grandes, tu cara sonriente, tu pelo crespo, capturando los resplandores dorados del sol y cautivando a tu audiencia. Te vi, de lejos, con tu postura varonil, exudando machismo, y me llamaste la atención.

Con tres años en la Universidad, definitivamente ya había ganado una reputación y un buen número de admiradores, no de mi presencia, sino de mi talento. Para qué ocultarlo? Humildad, es sencillamente éso, aceptarse como uno es. No podía acercarme a un recién ingresante y tontamente balbucear "Me gustas, quiero ser tu amigo", mientras voy chorreando saliva por las comisuras labiales. No podría haber dado un paso en falso, una sociedad machista como la que se vivía en ésos momentos no perdonaba pasos en falso. Me alejé, alejé mis ojos de ti, volteé mi cabeza, me dirigí a mi carro, te dí la espalda, te ignoré, mientras conversaba con un amigo sobre la asignación de Farmacología.

Te volví a ver al dia siguiente, el mismo lugar, el mismo grupo de chicas, tu overoll de mecánico y una camiseta roja dentro. Nunca nadie se había vestido así en la Facultad de Medicina, me fascinaste. Volví a ignorarte, me alejé de ti, repitiéndome constantemente: "no mires hacia atrás, no mires hacia atrás". La misma escena el tercer y el cuarto dia. Mi corazón tuvo una crisis convulsiva que mi cerebro se apuró en asistir.

El viernes no había clases en la Facultad, había que ir al hospital. Extrañé no verte. Al término de la práctica, todavía con la bata blanca, en la cafetería te encuentro conversando con Adrián, un buen amigo mio. Me llama a la mesa, me acerco, nos presenta. Me entero que te llamas Ramón, que has vivido en España y que tus aires novedosos en acciones, en ropa, en largo de pelo y color no son poses, Europa se pegó a ti. Conversamos, me preguntas de libros, de profesores, de lo importante en las prácticas, de cómo sobrevivir el primer año. No eres solamente una cara bonita, tienes talento.

Me vienes a visitar ésta tarde, almuerzas en mi casa. Es viernes y podemos pasar una buena tarde conversando ó jugando backgamon.

No dejo que te abran la puerta, voy personalmente. Me impresiona verte con pantalon formal y camisa de un sólo color. Completamente conservador, diferente a tu imagen de los demás dias en la Facultad. Almorzamos, jugamos, me cuentas de tu vida en España, el divorcio de tus padres, la secundaria, los fines de semana completamente salvajes, que sobrevives porque tu mente lee poemas, critica peliculas, se apasiona por la ciencia y quiere servir al ser humano. Decides que quieres ser médico y hay que regresar a tu país para que resulte barato. Mientras conversamos deslizas uno tras otro chistes, elegantes, comunes, sinceros, de doble sentido, picantes. No eres solamente una cara bonita, tienes talento, tienes buen humor.

En algún momento me preguntas qué es lo que usualmente hago los viernes en la tarde, sin pensarlo dos veces, inmediatamente respondo "voy a la sauna". Me toma por sorpresa que me digas "vamos?". Enrumbamos en mi carro, no manejas, no tienes un carro, vives con tu tia y tu madre te envía dinero con el que haces milagros para que te dure el mes. No dejas que pague tu entrada, bajamos al primer nivel donde están los camerinos personales para desvestirnos. Entras a mi camerino, de manera natural. No puedo, ni quiero decirte que tienes que ir al camerino de al lado. Estamos con poco espacio, es estrecho para dos personas. Mientras nos desvestimos, nuestros cuerpos se rozan, naturalmente, nadie se siente incómodo, no decimos nada. Nos ponemos las toallas alrededor de la cintura y bajamos al segundo nivel donde están las piscinas y los sillones de descanso. Entramos al cuarto de vapor, el olor a eucalipto fresco nos inunda, le han añadido manzanilla. Nos sentamos y conversamos, conversamos. Nadie quiere ser el primero en salir, el uno quiere demostrar al otro que aguanta. Cuando llegamos al borde del agotamiento, abrimos la puerta con violencia, a respirar el aire fresco del pasillo y Vamos a refrescarnos a las duchas. Te metes a mi ducha. Nuevamente, me tomas por sorpresa, no sé si es la manera europea, no digo nada, no quiero parecer provinciano, me gusta, mejor que cualquiera de mis sueños. Sigues hablando y contando chistes, de repente me empiezas a jabonar la espalda, los gluteos, las piernas; me das la vuelta, soy tu muñeco, me enjabonas el cuello, los muslos, el vientre, los genitales, con suavidad, con naturalidad. Me parece que debo responder la gentileza. Empiezo a enjabonarte, no pierdo cada milímetro de tu piel. Nos enjuagamos, me tomas de la mano, me llevas al cuarto de la sauna seca. No hay nadie. Nos vamos al del interior, un poco mas caliente, pero ya hemos demostrado que nuestra juventud puede hacernos resistir el calor. Nos sentamos, completamente desnudos, sobre nuestras toallas, ya no nos sirven de escudo, de defensa a nuestro pudor. Tu te sientas un poco mas allá y no entiendo el porqué. Seguimos conversando, pones tu mano sobre mi muslo,  nos miramos. Te inclinas, no puedo ocultar mi completa erección y disfruto al ver la tuya. Tu cabeza sigue descendiendo y tus labios envuelven mi glande. Con suavidad pongo mi brazo sobre tu espalda, ingreso en tu pelvis y empiezo a suavemente acariciar tu pene. No solamente tienes una cara bonita, tienes talento, tienes buen humor, Tienes un pene gigantesco!, blanco, grueso, de glande sonrosado, sin circuncidar.

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