“Me
gustaría trabajar de traductor”, me dices, pero no intentas hablar el
español que dices conocer. “Lo aprendí en la secundaria”, continúas, y añades que nunca has vivido ó viajado a
ningún país de habla española.
“Porqué
quieres dejar el trabajo en el club de golf?, y porqué el trabajo de traductor?”, te
pregunto.
“Mi madre
es traductora”, me dices, “de
lenguaje de señas, para sordomudos”, aclaras.” Ella trabaja en el hospital, ayudando a los pacientes allí”.
Veo, que a tu lado hay una joven morena, de belleza exótica.
Mis ojos se dirigen hacia ella. “Bueno,
ella, ella es la razón”, continúas. “Estamos viviendo donde mis padres (y
me has dicho que ya tienes 28 años, y que realmente nunca te mudaste de donde
tus padres), y creo que debemos mudarnos
para tener nuestra
privacidad. Vivimos en el sótano de la casa, pero queremos un lugar que sea
nuestro, y el dinero que recibo en el club no es suficiente para alquilar un
departamento”.
“Es una buena razón”,
te digo. Procedo a darte algunas ideas de cómo podrías iniciar tu propio
negocio y ver que crezca. Te hablo de cómo hacer marketing y ella muy
efusivamente apoya lo que digo, es más, piensa que su hermano puede ayudarte en
el proyecto de muchas maneras. Viene de Trinidad y Tobago y tiene la idea del
sueño americano atada a tu persona. Se ha convertido en tu motor al desarrollo,
y parece que le haces caso en todo. Ofrezco mi ayuda para cualquier cosa que
pueda ocurrir en el futuro.
“Qué si lo de las traducciones no funcionan? Has pensado
en alguna otra opción?”, pregunto.
“Scort”, responde inmediatamente ella. “Acompañante, para clientes hombres que lo
requieran. Los hombres van a pagar más que las mujeres”, lo dice con tanta
autoridad que parece ya lo han hablado anteriormente. Tú la miras embobado y
sonríes.
Me da la impresión que la idea de traducción es
únicamente tuya. Ella ya ha decidido que tú vas a ser un scort de hombres, y
ella va a administrar el negocio.
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