Cuando los trabajadores de Lowes vinieron, tome el tiempo para conversar, invitarles una cerveza y decirles que su presupuesto también estaba fuera de mi alcance. Entonces aventuré preguntarles si conocían de alguien quien hiciera éstos trabajos de manera independiente, que no perteneciera a una corporación. Los dos dijeron que no conocían a nadie. Al salir, mientras el evidentemente jefe del grupo de dos se dirigía a manejar la camioneta, el muchacho pidió utilizar el baño.
Al salir del baño, me alcanzó un pequeño papel doblado en
cuatro. “Es el teléfono de un amigo que
hace éstos trabajos. El lo puede ayudar. Llámelo”, me dijo. Y se alejó
presuroso a la camioneta que ya había arrancado el motor. Abrí el papel y se
leía en letra que parecía caligrafía de kindergarten: Antolin, 240-123-5050.
Immediatamente marqué los números en mi celular. “Shalom”, me contestó una voz agradable y
masculina. “Aló, respondí, busco a Antolín”. “Soy yo”, me contestó. Le expliqué que necesitaba cambiar la tapa de
los reposteros de la cocina, que lo quería hacer en granito y que un amigo
suyo, de Lowes, me había dado su teléfono. “Charles”,
comentó. Quedamos en que vendría ésa , misma tarde “en dos horas”, para ser más exacto.
Al abrir la puerta encontré
frente a mi a un muchachito rubio, de ojos azules con el tamaño y la apariencia
de uno de 15 años. “Soy Antolin”, me
dijo. Sonreí y le dije que parecía un escolar de la secundaria. “Muchos me dicen éso”, respondió. Le
pedí pasar y fuimos a la cocina, le mostré el trabajo y le dije lo que
necesitaba. Parecía muy conocedor de lo que hacía, se movía con propiedad y
seguridad. Hacía preguntas y contestaba preguntas sabiendo lo que decía. Me gusto
ver que estaba frente a un profesional. Le ofrecí algo de tomar y me dijo que
acababa de almorzar. “Entonces te puedo
ofrecer café ó vino”, escogiste vino y yo te pedí tu licencia de conducir para
estar seguro que eras mayor de 21 años. Tu licencia confirmó que tenías 25.
Reimos. Me explicaste que iríamos directamente a los vendedores del granito,
que ellos harían el corte y el pulido de acuerdo a tus indicaciones, y que
luego tu instalarías la piedra en mi cocina. Solamente querías que te pagara la
mano de obra, la instalación.
Escoger el granito no fué fácil,
tenían demasiada variedad y calidades. Les dije que no contaba con tanto dinero,
entonces la tarea se hizo más fácil. Me mostraron la calidad y colores de
piedra dentro de mi presupuesto y yo encontré una que me gustaba. Antolín les
dió las indicaciones para el corte y el pulido. La tendrían lista para dentro
de tres dias. Regresamos a casa.
Antolín entró detrás mio sin esperar ser invitado. “Me puedes invitar otra copa de vino?”,
me dijo. “Está muy bueno”, agregó.
Fuimos al sotano a escuchar música y conversar. Saqué vino, galletas de soda y
queso. La conversación se hizo agradable, prolongada, lo suficiente para
terminar dos botellas de vino. Antolín las tomó casi completamente. Usualmente
no bebo más de una copa, rara vez. Antolín estaba embriagado, alegre,
conversador, pero de ninguna manera en condiciones de manejar de regreso. Se lo
dije. “Me puedo quedar a dormir?, me
preguntó. “No quiero que me lleven a la
policía por manejar embriagado”. Lo llevé a mi cama, no tengo otra en casa.
El no puso reparos. Se desnudó por completo y se acostó. Yo hice lo mismo, me
desnudé por completo y me acosté a su lado. A los pocos minutos sentí que su
cuerpo se acercaba al mio, me abrazó, tomó mi pene entre sus manos y empezó a
masturbarme.
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