jueves, octubre 16, 2014

Antolin (I)

 El countertop de la cocina necesitaba ser cambiado, y en uno de esos arranques de locura y no pensar en los costos, decidí que tenía que ponerlo de granito. Costoso, muy costoso, aún si se le pide el trabajo a Home Depot. Los empleados de Sears ya habían tomado las medidas, calculado precios y adelantado dia de instalación, pero el presupuesto me quedaba muy caro. 

Cuando los trabajadores de Lowes vinieron, tome el tiempo para conversar, invitarles una cerveza y decirles que su presupuesto también estaba fuera de mi alcance. Entonces aventuré preguntarles si conocían de alguien quien hiciera éstos trabajos de manera independiente, que no perteneciera a una corporación. Los dos dijeron que no conocían a nadie. Al salir, mientras el evidentemente jefe del grupo de dos se dirigía a manejar la camioneta, el muchacho pidió utilizar el baño.

Al salir del baño, me alcanzó un pequeño papel doblado en cuatro. “Es el teléfono de un amigo que hace éstos trabajos. El lo puede ayudar. Llámelo”, me dijo. Y se alejó presuroso a la camioneta que ya había arrancado el motor. Abrí el papel y se leía en letra que parecía caligrafía de kindergarten: Antolin, 240-123-5050. Immediatamente marqué los números en mi celular. “Shalom”, me contestó una voz agradable y masculina. “Aló, respondí, busco a Antolín”. “Soy yo”, me contestó. Le expliqué que necesitaba cambiar la tapa de los reposteros de la cocina, que lo quería hacer en granito y que un amigo suyo, de Lowes, me había dado su teléfono. “Charles”, comentó. Quedamos en que vendría ésa , misma tarde “en dos horas”, para ser más exacto.

Al abrir la puerta encontré frente a mi a un muchachito rubio, de ojos azules con el tamaño y la apariencia de uno de 15 años. “Soy Antolin”, me dijo. Sonreí y le dije que parecía un escolar de la secundaria. “Muchos me dicen éso”, respondió. Le pedí pasar y fuimos a la cocina, le mostré el trabajo y le dije lo que necesitaba. Parecía muy conocedor de lo que hacía, se movía con propiedad y seguridad. Hacía preguntas y contestaba preguntas sabiendo lo que decía. Me gusto ver que estaba frente a un profesional. Le ofrecí algo de tomar y me dijo que acababa de almorzar. “Entonces te puedo ofrecer café ó vino”, escogiste vino y yo te pedí tu licencia de conducir para estar seguro que eras mayor de 21 años. Tu licencia confirmó que tenías 25. Reimos. Me explicaste que iríamos directamente a los vendedores del granito, que ellos harían el corte y el pulido de acuerdo a tus indicaciones, y que luego tu instalarías la piedra en mi cocina. Solamente querías que te pagara la mano de obra, la instalación.
Escoger el granito no fué fácil, tenían demasiada variedad y calidades. Les dije que no contaba con tanto dinero, entonces la tarea se hizo más fácil. Me mostraron la calidad y colores de piedra dentro de mi presupuesto y yo encontré una que me gustaba. Antolín les dió las indicaciones para el corte y el pulido. La tendrían lista para dentro de tres dias. Regresamos a casa.

Antolín entró detrás  mio sin esperar ser invitado. “Me puedes invitar otra copa de vino?”, me dijo. “Está muy bueno”, agregó. Fuimos al sotano a escuchar música y conversar. Saqué vino, galletas de soda y queso. La conversación se hizo agradable, prolongada, lo suficiente para terminar dos botellas de vino. Antolín las tomó casi completamente. Usualmente no bebo más de una copa, rara vez. Antolín estaba embriagado, alegre, conversador, pero de ninguna manera en condiciones de manejar de regreso. Se lo dije. “Me puedo quedar a dormir?, me preguntó. “No quiero que me lleven a la policía por manejar embriagado”. Lo llevé a mi cama, no tengo otra en casa. El no puso reparos. Se desnudó por completo y se acostó. Yo hice lo mismo, me desnudé por completo y me acosté a su lado. A los pocos minutos sentí que su cuerpo se acercaba al mio, me abrazó, tomó mi pene entre sus manos y empezó a masturbarme.



No hay comentarios.: