domingo, octubre 05, 2014

David (I)


 Sentado, mira hacia la ventanilla alta por la que entra la luz del sol de la tarde. Un vacío en su corazón, nostalgia en su cuerpo, y sus ojos guardan la imagen de sus campos y rios en su lejana Guatemala.
Terminó la secundaria hace un año y supo que si se quedaba en su aldea, le esperaba trabajar la tierra, sembrar café, maiz, frijoles, lo que todos siembran cada año. Sabía que nunca podría tener la camioneta que soñaba, ni el tamaño de parcela que quería, si seguía la rutina. Ya otros lo habían intentado, ya otros habían cruzado la frontera, entrado a Mexico y luego a Estados Unidos. Muchos que nunca habían regresado y se habían convertido en leyendas de éxito. Otros, por mala suerte ó estupidez, estuvieron de regreso y él los veía peor que antes, más pobres, más tristes, cargando un peso invisible sobre sus hombros cansados. Todavía eran jóvenes, pero ya lucían como viejos, cargando un fracaso del que nadie se atrevía a hablar, pero todos los sabían.
“No me va a pasar a mí!”, lo pensó. “No me va a pasar! Yo voy a ir al norte a triunfar!”, se lo dijo una y mil veces, hasta que su mente saturada con tanta repetición, convenció a sus padres, quienes lo dejaron partir. ¿Cómo decirle que no?, ya tiene 19 años y de todas maneras va a partir, con permiso ó sin permiso.  Tantos otros han ido, que vaya!, que pruebe suerte!
No fué fácil el camino cuando el bolsillo está vacío aunque las esperanzas sean grandes. Probablemente eran las esperanzas las que lo mantenían en los momentos difíciles del recorrido. Siguió, con hambre, sin sueño, agotado, sin bañarse, escondiéndose, limosneando un pan. Cruzó el rio, sin nadar, sujeto a una cuerda que alguien le trajo del otro lado. Las noches en el desierto son frias, quién lo hubiera imaginado! Hay que experimentarlas para saber de lo que se habla. Frio en la noche, calor en el dia, sin agua ni alimentos. Camina sin rumbo, hacia el norte, hacia el norte, cada vez más cansado…más cansado
Esa noche se despierta con el brillo de las luces azules y blancas que se prenden y se apagan. De pie, frente a él, mirándolo echado sobre la arena y rocas del desierto, un policía de migraciones.
Su ventanilla tiene barrotes, y es tan alta que no puede subirse a ella para ver lo que hay afuera. Espera, ya tiene 10 dias esperando. La corte de migraciones lo deportará de regreso a Guatemala.
Los dias en prisión, esperando la deportación pasaron rápido, y pronto sumó tres meses. Tres meses duchándose con otros presos meyores que él. A los diecinueve años en prisión, todos son mayores que él.
Empezaron a fastidiarlo mientras se jabonaba, y “accidentalmente”más de uno le acariciaba cualquier parte de su cuerpo, hasta sus genitales. En un principio saltaba y quitaba el cuerpo, pero otro hacía lo mismo. Finalmente, cedió y se dejó acariciar todo el cuerpo, en las duchas, y cuando se retiraba a su celda, que compartía con otros diez. No es como en la television, no son celdas personales ni celdas para dos, son celdas comunales, y pronto, tantos hombres juntos durmiendo en cualquier sitio, tenía que pasar.
Uno de los prisioneros le tapó la boca, mientras otro lo atenazaba por la espalda, ajustándole las piernas y susurrando: “no grites, si gritas, todo va a salir mal. Vamos a hacerlo despacito…te va a gustar…nos va a gustar a todos…Este es nuestro secreto…nadie lo sabrá”. Un tercero, rápidamente le bajó el pantalón y el calzoncillo y él sintió la brusca y fuerte penetración. No pudo gritar. Tenía la boca muy ajustada. Cuando el ritmo de entrar y salir se hubo establecido, el que le bajó el pantalón empezó a masturbarlo. El sintió que quien lo penetró se detuvo, y en el borde de su ano sintió la dilatación del pene que estaba eyaculando dentro de él. El tercero lo seguía masturbando y ya no tenía ganas de gritar, sino continuar con lo que ahora se había convertido en placer.
El Segundo reemplazó al primero, y lo volvió a penetrar. Esta vez ya no hubo dolor, se encontraba completamente dilatado. El ingreso fué fácil. El tercero lo seguía masturbando. El primero no tuvo necesidad de cerrarle la boca, ya no iba a gritar, ahora solo jadeaba, gemía, silenciosamente. No quería que los otros compañeros de celda despertaran. Sintió la dilatación del pene que anuncia eyaculación, y el jadear animalesco, gutural, en su oreja. Cuando retiró el pene, el tercero entró a penetrarlo, mientras continuaba masturbándolo. Esta vez, él eyaculó al sentir la penetración, y disfrutó completamente el movimiento de entrada y salida. Ya no hubo más dolor.
Inexplicablemente, se sentía adolorido, pero satisfecho. Puso sus dedos en su ano y sintió el liquido seminal que los otros tres le habían dejado. Instintivamente, se quitó el calzoncillo y se limpió con él hasta sentir que ya no había más liquido fuera. ¿Habría semen dentro de él? Seguro que sí, pero no sabría como limpiarlo.
Las noches de actividad sexual se sucedieron mientras esperaban la deportación, algunos otros se unieron al grupo y todo se había vuelto más libre. De pronto, no era el único que era penetrado, y él también penetraba a otros, se convirtió en una actividad más, como en las mañanas ir a la biblioteca y los domingos escuchar al capellán y leer la Biblia.

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