lunes, mayo 28, 2012

Persia I

A los dieciséis años ya tenia el metro ochenta y decidió que debía dejar su hogar. Con su moto Yamaha se fué a buscar un cuarto que alquilar en Tehran y dejar la cómoda casa de cuatro dormitorios que su padre pagaba con su sueldo de catedrático universitario. Su madre lloró en silencio su partida. El nunca vió una lágrima rodar por su mejilla. Su padre no estuvo cuando el salió de casa con su maleta. Su hermana, dos años menor que él le besó la mano al partir, su hermanito de doce se quedó sollozando sobre su almohada para que no lo escucharan, pensando cómo su padre podía ser tan cruel.

Lehlsin cerró la puerta metálica de la casa, se sintió un chirrido que hasta ahora no han podido eliminar aunque siempre el padre dice que va a echar aceite a los goznes. Enrumbó hacia su nuevo hogar, las calles cada vez se hacían más angostas y menos amigables. El dinero que ahorró de sus propinas no le permitió pagar algo cercano a lo que siempre había vivido como hijo de un académico. Llegó a su cuarto, vacío; puso su maleta en una esquina y se echó sobre la alfombra que la habitación tenía en el centro. Las ventanas abiertas no dejaban entrar la brisa. Es difícil que haya brisa en la ciudad, mucho menos en verano. Empezó a extrañar los ventiladores en su casa, que de alguna manera mitigan el calor. Pronto su camiseta, empapada de sudor se le pegó a la piel. Se la quitó, se quitó también los pantalones y se quedó en sus calzoncillos rojos, sobre el suelo de cemento. Enrolló la alfombra y la puso contra la pared. Pasó el pestillo de la puerta y la aseguró por dentro, no quería que nadie entrara y lo viera semidesnudo. Sintió alivio y se quedó dormido.

No recuerda que soñó, no se preocupa, casi nunca sueña y su madre es especialista en descifrar los sueños de otros, un arte familiar. Puede ser que la falta de sueños sea debido a su rebeldía contra su familia; también puede ser que los sueños murieron asfixiados por la sociedad. No puede soñar amar. Sus dieciséis años llevan escritos pasión en cada célula de su piel, pero no puede amar porque creció Baha'i. Vivir Baha'i en una sociedad musulmana ya es ua maldición. No puede masturbarse, no puede tener sexo, no puede amar y él, sólo quiere amar.

Tocan la puerta, la dueña de casa le dice en farsi que su amigo Asad lo busca, pide que lo haga pasar. Quita  el pestillo, espera los golpes en la puerta y la conocida voz susurrar Lehlsin?. Abre, y se encuentra con los ojos negros, almendrados, mas bellos que hayan existido; enmarcados por unas largas y rizadas pestañas bajo unas cejas pobladas que él mismo ha depilado para que no se junten en una sola línea sobre la nariz. Asad también le depila las cejas a él. Sus padres nunca han comentado sobre la depilación. Secreto de familia.

Asad pasa. Lehlsin se acerca a la ventana y cierra las hojas de madera, se crea una semipenumbra y el calor aumenta ligeramente. Ahora se acerca a abrazarlo, lo mira hacia abajo, Asad tiene diez centimetros menos que él. Los ojos negros se encuentran. Los labios se besan. Asad pone su mano sobre el calzoncillo rojo y palpa fuertemente el entusiasmo de Lehlsin al recibir ésta visita. En la semipenumbra, Lehlsin empieza a desnudar a su amigo.

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