Stuart Matis tenía
32 años de edad cuando se suicidó en las gradas de una capilla mormona en Los
Altos, California, el 25 de febrero del 2000.
Tres dias antes de
su suicidio, envió una carta al periódico estudiantil de la Universidad de
Brigham Young, de donde se graduó en 1994: “Soy homosexual, pero también soy
Santo de los Ultimos Dias. Me dí cuenta del significado de mi sexualidad cuando
tenía alrededor de 13 años, y durante las siguientes dos décadas hé recorrido el
tortuoso sendero de homofobia internalizada, enorme auto-odio, depresión y
pensamientos suicidas. A pesar de los callos en mis rodillas, mis frecuentes
viajes al templo, mis ayunos, y mi devoción en mi misión y a mis llamamientos
en la iglesia como presidente del Quórum de Elderes, hé fallado continuamente
en atenuar mi homosexualidad. Recientemente hé leído una carta al editor. El autor
compara a mis amigos y a mi con asesinos, satanistas, prostitutos y pedófilos.
Imagínense lo que es tener que vivir con ésta retórica siendo escupida en nuestra cara toda la vida”.
Sus padres, eran
activistas en lograr que la Proposición 8 de California fuera aprobada. En su
nota de suicidio, escribió: “Ahora soy libre, ya no tengo más dolor, ya no me
odio a mí mismo. Parece que Dios nunca quiso que fuera otra cosa sino
homosexual. Quizás mi muerte pueda servir como un catalizador para que ocurran
cosas buenas”.
Ciertamente, la
martirizada muerte de Stuart Matis, y otros, han sido “catalizador para que
ocurran cosas buenas” en favor de la comunidad homosexual.
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