Las semanas pasaron rápido y tres meses se acumularon. Tres meses sin que
Jean Claude hubiera llamado a su amigo. A lo largo del más de un año que se
conocieron, Jean Claude hizo las llamadas, dos y hasta tres veces a la semana,
entonces los dos se reunían, conversaban, se reían, y jugaban, jugaban sus
juegos íntimos, los que sólamente ellos conocían, hasta caer exhaustos.
Tres meses sin recibir llamadas, tres meses extrañando juegos! Cuando de
repente aparece el nombre de Jean Claude en el celular que vibra. La voz es
diferente, apagada, mustia, triste. ¿Dónde quedó el tono angelical? No importa,
lo va a recoger, la rutina de siempre. De regreso a casa, el maravilloso cuerpo
está allí, los genitales fantásticos respondiendo al estímulo están allí, la
tibia piel está allí. ¿Qué falta? La mente de Jean Claude no está allí. Ninguno
de los dos logra un orgasmo. De regreso a casa, Jean Claude le cuenta que
conoció a una chica. ¿Algo nuevo? No! Jean Claude es bisexual. El amigo es la
única relación homosexual que él ha tenido en su vida mientras se acostaba con
chicas por docenas, todas ellas nuevas, diferentes, bellas. Pero, ésta es
diferente, ésta es mayor, madre de un niño de 11 años, con necesidades
económicas que él se apresuró a facilitar. Primero, la renta; luego, la comida;
la compra de un nuevo auto vino después.
“No sé qué me pasó, de repente me ha dado de tomar algo. Así dicen mis amigos”, explica Jean Claude. La luz a su
alrededor de pronto ya no estaba, se había gastado. Se echó a llorar. Pidió
ayuda, todo lo que necesitaba era no estar en su casa, donde ella vendría a
buscarlo. Necesitaba llenar sus horas y sacar el rostro y la voz de ella de sus
pensamientos. Estaba quebrado, físicamente, emocionalmente, y ya no tenía los
miles de dólares escondidos en su cuarto, todo se los había dado, y más que
mandó a traer de su país.
Salieron a jugar, a correr carreras de auto virtuales, a combatir contra un
ejército junto a Rambo en la pantalla, a matar zombies. Las horas pasaron
rápidas. Cerca de la medianoche lo dejó en su casa.
El timbre de su celular lo despierta, son las seis de la mañana. La pantalla
dice que lo está llamando Jean Claude, nunca ha llamado tan temprano. “Gracias
por la noche de ayer”, le oye decir. “Me siento mejor, mucho mejor”. Parece que
las cosas van a tomar el rumbo acostumbrado.
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