Más de 500 distinguidos juristas lo veían mientras el caminaba hacia el podio para hacer su presentación. Aunque él pensaba que era mejor no decir nada, ya había comunicado sus sentimientos, verbalmente y a través de cartas a amigos y familiares, donde les hablaba de su atracción por otros hombres. El dijo a la asamblea que hay gente con "naturaleza sexual diferente a la usual" que estaban siendo perseguidos por impulsos "que la naturaleza había creado y gobernado misteriosamente, y había implantado en ellos". Se armó el Pandemonium y se le obligó a callar casi inmediatamente. Unos pocos colegas de mentes liberales aceptaron su noción de una identidad gay innata. Un oficial Bávaro de manera confidencial le dijo de sus propios similares deseos.
Esencialmente, Heinrich Ulrichs es el primer activista gay; y Berlin se convierte en la ciudad de nacimiento de una identidad moderna, donde se urge el rechazo de leyes que prohiben el sexo entre hombres.
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