jueves, marzo 06, 2014

Roberto (I)

 Sentado, mira hacia la ventanilla alta por la que entra la luz del sol de la tarde. Un vacío en su corazón, nostalgia en su cuerpo, y sus ojos guardan la imagen de sus campos y rios en su lejana Guatemala.

Terminó la secundaria hace un año y supo que si se quedaba en su aldea, le esperaba trabajar la tierra, sembrar café, maiz, frijoles, lo que todos siembran cada año. Sabía que nunca podría tener la camioneta que soñaba, ni el tamaño de parcela que quería, si seguía la rutina. Ya otros lo habían intentado, ya otros habían cruzado la frontera, entrado a Mexico y luego a Estados Unidos. Muchos que nunca habían regresado y se habían convertido en leyendas de éxito. Otros, por mala suerte ó estupidez, estuvieron de regreso y él los veía peor que antes, más pobres, más tristes, cargando un peso invisible sobre sus hombros cansados. Todavía eran jóvenes, pero ya lucían como viejos, cargando un fracaso del que nadie se atrevía a hablar, pero todos los sabían.

“No me va a pasar a mí!”, lo pensó. “No me va a pasar! Yo voy a ir al norte a triunfar!”, se lo dijo una y mil veces, hasta que su mente saturada con tanta repetición, convenció a sus padres, quienes lo dejaron partir. ¿Cómo decirle que no?, ya tiene 19 años y de todas maneras va a partir, con permiso ó sin permiso.  Tantos otros han ido, que vaya!, que pruebe suerte!

No fué fácil el camino cuando el bolsillo está vacío aunque las esperanzas sean grandes. Probablemente eran las esperanzas las que lo mantenían en los momentos difíciles del recorrido. Siguió, con hambre, sin sueño, agotado, sin bañarse, escondiéndose, limosneando un pan. Cruzó el rio, sin nadar, sujeto a una cuerda que alguien le trajo del otro lado. Las noches en el desierto son frias, quién lo hubiera imaginado! Hay que experimentarlas para saber de lo que se habla. Frio en la noche, calor en el dia, sin agua ni alimentos. Camina sin rumbo, hacia el norte, hacia el norte, cada vez más cansado…más cansado

Esa noche se despierta con el brillo de las luces azules y blancas que se prenden y se apagan. De pie, frente a él, mirándolo echado sobre la arena y rocas del desierto, un policía de migraciones.

Su ventanilla tiene barrotes, y es tan alta que no puede subirse a ella para ver lo que hay afuera. Espera..., ya tiene 10 dias esperando. La corte de migraciones lo deportará de regreso a Guatemala.

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