Debido a la presión europea, Boris Yeltsin acabó con la
ley 121.1 y legalizó la homosexualidad en mayo de 1993. Sin embargo, hay datos
de la comisión de inmigración de Canadá que afirman que no todos los apresados
por esa ley habían sido liberados, además de que, entre otras cosas, se estaban
dando casos de homosexuales a los que aún se les estaba condenando. No obstante,
ni Boris Yeltsin ni su equipo estaban demasiado interesados en ese tema, y el
rechazo entre la sociedad seguía estando presente.
Con Putin en el poder, grupos de nacionalistas, religiosos y conservadores presionaban para que se ilegalizase la homosexualidad. Esto llevó a que comenzase de nuevo el acoso hacia homosexuales por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas, dándose numerosos actos discriminatorios y violentos.
Es destacable la prohibición, aprobada en 2001, a los
homosexuales de donar sangre, por estar incluidos entre los grupos de riesgo de
transmisión del VIH. Activistas del colectivo homosexual conseguirían su
retirada ya en 2008 a través de una reclamación presentada ante el Ministerio
de salud.
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