“Quiero
hacerte saber que hoy es mi cumpleaños”, me envias un texto que leo
apresuradamente mientras termino mi exposición en la pizarra frente a mi
auditorio de 33 alumnos. Hago un esfuerzo para continuar con el tren de ideas
en mi cabeza para que lo que estoy diciendo siga oyéndose lógico y los alumnos no
noten el impacto que tu texto ha causado en mi. Hacen varias semanas que no te
veo, no te llamo por teléfono, Es un pacto sobreentendido, no hay reglas, no
hay imposiciones; es simplemente el cariño que fluye entre los dos,sin demandas
ni limitaciones. No hay reclamos, no hay quejas, no hay momentos malos.
Simplemente el disfrutar lo que tenemos cada presente que nuestros mundos se
encuentran y colisionan terminando en fragmentos y chispas de felicidad.
Te
canto “Happy Birthday” por el teléfono mientras salgo por la puerta posterior del edificio
hacia donde tengo estacionado mi carro. No,no puedo ir allí. Lo tengo
exactamente parqueado a espaldas del gazebo y hay alrededor de veinte alumnos que
se encuentran allí fumando, bebiendo sus gaseosas ó comiendo sus snacks. No
puedo estar cerca de ellos, van a escuchar de nuestra conversación y yo quiero
hablarte en privado.
“Estas
con tiempo?” te pregunto, No quiero molestar. “Estoy en el trabajo, pero
podemos hablar”, me dices. Conversamos apenas unos segundos. Segundos que se
convierten en compañia permanente todo el tiempo que sea necesario hasta que te
vuelva a ver. Puedo ver tu sonrisa y tus ojos verde-pálido a través de la línea
del teléfono. No podemos vernos hoy, lo entiendo. Hacemos cita para el jueves a
las 2 pm. luego de mi clase. No tendremos mucho tiempo juntos, pero no importa,
lo esencial es que cada segundo lo convertimos en una eternidad cuando estamos reunidos.
La alquimia nuestra.
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