Toda la vida la familia se ha reunido alrededor de la mesa de la abuela, ahora bisabuela, todas las tardes a las 5. La hora del lonche, la llaman. Yo la recuerdo con el atolondramiento de la niñez, el ser el primero en llegar a la mesa, pelearse por ser uno de los pocos sentados en los bancos, las sillas son muy incómodas, muy rígidas cuando uno es pequeño y quiere sentarse girando en 360 grados y no estar limitado por un respaldar. Una de esas tardes, mi hermano por ganar el banco a uno de mis primos se metió debajo de la mesa para acortar camino y apoderarse directamente del asiento. Cuando se subió y apoyó el codo sobre la mesa, derramó la taza de leche hirviendo sobre su torax. No, no lo dije anteriormente, pero mi abuela tiene la manía de servir todo caliente, casi hirviendo, no importa si es verano ó invierno. De la cocina, directamente de la hornilla a la mesa. La cicatriz que mi hermano muestra en los dias de playa, le recuerda ésa tarde cuando era niño y feliz.
La mesa muestra variedad, chocolate caliente para los niños, cafe para los adultos que lo toman negro ó con leche. Te, para la mayoría de las mujeres, que tambien lo toman solo ó con leche. Manzanilla para los que quieren relajarse. Panes calientes, recién hechos, que el panadero trae directamente de la panadería apenas salidos del horno, a discresión, que se van untando con mantequilla, se acompañan con jamon, ó mortadela, ó queso, ó chicharron de prensa, ó jamonada, ó aceitunas de botija, ó atun con cebolla y limon. No todo a la vez, sino uno ó dos de ellos cada vez. La abuela es pródiga al reunir a la familia, todas las tardes, todos los años de nuestras vidas. Es cierto, no todos estan presentes las tardes, todos tienen obligaciones diferentes, pero las hijas, amas de casa permanentes, y sus hijos, siempre estan allí.
Nada ha interrumpido ésta tradición, pero la abuela, ocasionalmente, dos o tres veces a la semana no está presente en el ritual de las cinco y es ó mi madre, ó una de mis tias, ó todas simultáneamente, atendiendo a sus hijos, las que hacen los sánguches y manejan la conversación sobre lo que se ha hecho durante el dia. La abuela ha cambiado desde la muerte del abuelo y se encierra en esas ocasiones en su dormitorio, y el laberinto en la mesa, el servir las tazas y hacer los sanguches hace que nadie vaya a buscarla, mas bien se piensa que hay que dejarla sola con su dolor.
No ha habido alguien que se haya percatado que tras la puerta cerrada con llave, en su dormitorio, la abuela sirve el cafe con leche, con sus propios sanguches y sus propias galletas en el pequeño saloncito de muebles Luis XV que tiene en un extremo de su cuarto, cerca a los marcos que dejan entrar el sol de la tarde a traves de los tules de la ventana. No está sola, no ha estado nunca sola durante estos cuarenta y cinco años! Ella le sirve el café a otra dama, mayor que ella, que nadie ha visto nunca entrar. Conversan animadamente, se rien, se entretienen. La abuela es un genio cuando de hospitalidad se trata. Sus hijas no han podido superarla. Siempre atenta a las necesidades de los demas, si tiene sed, si prefiere fruta, le puedo quitar la sal, mejor verduras, cómodo en ése sillon?, el volumen es el adecuado? pongo la calefaccion? Es imposible no sentirse halagado por la abuela. Siempre tiene la palabra justa y el gesto adecuado. Es el sol que da calor y alrededor del cual giran 87 personas en cuatro generaciones, y siguen aumentando cada año! Bien podría ser tatarabuela, pero el biznieto mayor, de 24 años ha decidido no casarse joven. La biznieta mayor tiene 18 años y empieza la universidad en otra ciudad a mas de 3000 millas de distancia. Tampoco será tatarabuela por ésa ruta.
Con su invitada, durante 45 años, dos ó tres veces a la semana se reúnen a la hora del lonche, a conversar, sonreirse, probablemente contarse chistes, hablar de viajes, del arte, de cine y del mundo (la abuela no habla ni de religion ni de politica) sin que la familia se percate de éste otro ritual paralelo, privado, que ella ha sostenido en secreto. Han habido momentos en que estas tardes pacificas se han tornado en momentos agrios de discusion y discordia entre las dos elegantes damas y por alguna de ésas extrañas coincidencias, mi abuela se sentía enferma. La primera vez, cuando ella tenía 82 años, hace 15 años se le diagnosticó Diabetes Mellitus tipo II, y empezó una dieta estricta que la alejó de la buena mesa a la que ella ha estado acostumbrada toda la vida. Asumo que cuando la glucosa en sangre le subió a 650 y fué llevada al hospital de emergencia fué debido a otro de ésos altercados; y no me juzguen loco si les digo que la fractura de cadera que sufrió hace 7 años fué tambien ocasionada por otra pelea ó momento de discordia entre las dos damas. Así ocurre con las amistades de larga data. Lo interesante es que la abuela se subió a un avión 45 dias luego de la cirugía de cadera é hizo un vuelo transcontinental para celebrar los 40 años de una de mis primas, y por supuesto, cómo iba a estar de vestido y sin zapatos de tacon! La abuela no ha dejado de usar zapatos de tacon a pesar de la prótesis de cadera.
Hace dos meses que le han diagnosticado linfoma. Asumo que la pelea con su amiga ha debido de ser de ligas mayores. Ella ignora el diagnostico según los tios (creo que ella lo supo antes que cualquiera de sus hijos), y la llevan a su radioterapia diaria y tratan de darle los mejores dias cada dia. De vez en cuando su pequeño rostro tiene una mueca de dolor que mi tia capta y corre a darle su pastilla. La semana pasada, por primera vez en toda mi vida la he visto en "ropa de casa" y pantuflas. Nunca he visto a mi abuela sin maquillaje, siempre bien peinada (ó con peluca) y bien vestida. Me dolió verla vulnerable, una mujer más del mundo en las garras de la vejez. Por primera vez me di cuenta que había criado una idea de invulnerabilidad y omnipotencia alrededor de ella.
Recién me he enterado, porque ella me lo ha dicho, y no creo que sea Alzheimer (como mi tia piensa), que éstos ultimos 45 años, luego que el abuelo pasó a mejor vida, la familia ha crecido y progresado y no ha habido un sólo funeral, porque ella se dedicaba dos o tres veces a la semana a entretener a la muerte en su propia casa. Parece que la ultima pelea que han tenido ha sido grande y la amiga no ha vuelto a regresar a la hora del lonche. Parece que no celebraremos los 98 años de la abuela y los Cherry Blossom, que tienen exactamente su edad, floreceran la proxima primavera en su ausencia.
La pregunta que gira en mi mente es, ¿cuántos de mi familia seguirán a la abuela ahora que nadie habrá que entretenga a la otra dama a la hora del lonche?
miércoles, septiembre 02, 2009
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
5 comentarios:
Que gran suerte, en la mesa de mi casa no pasaban esas cosas.
Besitos
Es una historia estupenda; digna de ser contada con todo detalle.
Mis padres murieron, también, con más de 90 años, y mas de una vez he pensado que torearon a la muerte con gran maestría.
Bueno, hay mas teorías, pero eso en otros post.
Un saludo, ya te echaba de menos.
wow que bonita historia me ha encantado el estilo es como el post realismo mágico
Q post mas bonito haz hecho… cosas como stas q escribes son capaces d abuenar a las señoras y hacer perdurables esos inolvidables momentos alrededor d la mesa familiar…!
X star lleno de magia no dudo q hasta borraría la cicatriz d tu hermano…!
Entre a la web con la intención de buscar que puedo invitar a mis amigas a la hora del lonche, ya que despues de 30 años a reecontrarme con ellas me llamó la atención esta página y no es para menos, este relato tan conmovedor y verdadero por que es la realidad de la vida, soy abuela y me imaginé que algún día mi nieto que adoro estaría contando algo parecido, bendiciones para este nieto que lleva en su corazón a su abuela
Publicar un comentario