
Hace doce años atrás pasé por una experiencia tremenda en mi vida. La persona que mas amaba terminó conmigo.
Siendo joven aún y bastante ingenuo é inseguro en el juego del amor, sentí que la tierra se abría debajo de mis pies. No sabía y no supe como reaccionar. Mi primera fase fué un desplome total. No había razon en el vivir. Mi mundo se había deshecho en un cataclismo personal total. Mis momentos los pasaba taciturno, con la mirada perdida en el espacio, a veces sin pensamientos en la mente, completamente en blanco. En otros momentos sentía dolor, dolor emocional, dolor social, dolor intelectual, dolor físico, real. Hubo una noche en que pensé sería la ultima de mi vida. No había planeado nada, de repente estaba simplemente esperando ése cortocircuito de conciencia en los que actuamos por última vez. Las "ultimas" actuaciones dramáticas y espectaculares usualmente no son las últimas, y corresponden mas bien a personalidades patológicas. Era conciente que no había formulado jamás nada dramático para dejar el escenario. Simplemente el peso de la frustración, del engaño, de la soledad mal manejada, del crecimiento enorme de la "nada que lo va destruyendo todo" como dice Atreyu en
Historia Sin Fin, sería la roca que me hundiría. Mi padre me ofreció soporte valiente. Mi madre me daba de comer (todas las madres, en mi familia, piensan que la buena comida lo soluciona todo).
Mi segunda fase fué de agresión hacia el motivo de mi amor. Agresión mental, agresión verbal. Todos los dias alimentaba mi rabia mentalmente. No era necesario tener la presencia. Imaginaba, sus ojos, su rostro, sus acciones y mi ira se encendía y ascendía y encendía fuegos interiores que devoraban mis entrañas. Buscaba la oportunidad del encuentro para proferir el insulto bajo, certero, como bala explosiva que al penetrar dejan orificio pequeño pero una vez dentro destrozan todo. Maltrataba, me maltrataba.
Nada me importaba, mi profesion fué dejada de lado, me convertí en un ser patético.
Entonces me enseñaron el valor y real significado de la amistad. Los amigos llegaron, por docenas. Como si hubieran hecho un horario, se turnaban para visitar, para conversar de trivialidades, de incoherencias, de salir a comer, nada especial, un helado, un sanguche, una piza, ó simplemente caminar. Una noche sali con uno de ellos y fuimos a un bar, a escuchar musica mas que a beber, de repente nos sentimos mejor fuera, en una banca, bajo las flores moradas del frondoso jacarandá, hablando, riendo, exorcizando demonios con conjuros nuevos, modernos y hablando de un futuro incierto, pero futuro al fin y al cabo. El amanecer nos encontró vivaces, alegres, y a mi muy ligero, sin pesos ni opresión.
A partir de alli hé aprendido a manejar mejor mi soledad, creo hasta ser un experto en ello; pero tampoco me niego la oportunidad de vivir, de volver a sentir, de disfrutar, de reir, de dolerme y de llorar. Probablemente hé hecho daño a quienes pensaron en una relación formal cuando yo no la buscaba. Pido perdón, he pedido perdón y lo he alcanzado. Me entusiasmo y me encandilo fácilmente cuando realmente alguien me gusta. No he podido desarrollar indiferencia fingida, mucho menos cinismo. Mucha agua ha corrido debajo del puente y los bordes de las riveras parecen firmes. Sin embargo, no niego el riesgo de una nueva crecida que pueda desbordar y destrozar mis plantíos. Me niego a poner diques y controlar el caudal.
Todo pasa. Esto también pasará. Hoy dia he tenido otro magnífico dia de trabajo